sábado, 6 de febrero de 2010

Colores de atardecer

Esta quietud es como si fuera una fotografía. La gente camina, los niños ríen, se divierten como sólo ellos saben hacerlo.
Tonos rosas, azules, el mar quieto, silencioso, interrumpido rítmicamente por diminutas olas.

Blanco, amarillo, azul, gris.
Colores y texturas del cielo.
Tan hermoso, hipnótico.

Las luces de la ciudad empiezan a encenderse, temerosas por la llegada de la noche. A veces tenemos tanto miedo de lo que vendrá, que no nos detenemos a ver el hermoso momento en el que estamos.
Unos recién casados tomando la foto del recuerdo, que este día será alguna vez solo un recuerdo pues el presente los agobiará y ayudara a que olviden lo que sienten ahora.

La mujer corre, un poco más, piensa, hasta el final de la playa, mientras se imagina en ese pequeño vestido primaveral. Toma fuerzas, corre más velozmente, soñando, actuando por alcanzar su meta.
La isla al fondo, silenciosa, parece inmóvil, sola, vigilante.
El marinero se despide, serán unos meses largos, lejos de su amor, de su hente y tan cerca de sus hermanos, a quienes les confía su vida.
El faro gira cauteloso, atento a cada rincón.
La oscuridad va llegando, el aire enfría más.
La gente camina sonriendo, tranquila, dejando en la entrada al muelle sus pesadas preocupaciones, al menos por un momento.
Tacones de mujer arreglada, camino a la cena, que culminará en que se “la cenen”.

Disco flotante, música. Invitando a viajar aunque sean minutos para dejar de tener los pies sobre el suelo.
Son Jarocho retumba.

En momentos se añora un abrazo calido, besos de mejilla y frente, sin palabras, solo tibiedad, promesas de mirada, vellos erizados por esa sensación que inflama el pecho.

Corre más muchacha,
sonríe más esposa,
toca más jarana,
zapatea fuerte danzante,
sopla más viento,
oscurece más noche, que hoy apenas comienza tu fiesta.
Y el frío calienta más mi ser que, como antes, se reencuentra.

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